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martes, 10 de junio de 2008

La Cruz de Oro (2ª Parte)

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LA CRUZ DE ORO (2ª Parte)

No había despuntado el alba cuando ella lo despertó, le dijo que las Autoridades estaban recorriendo las casas en busca del objeto, habían ido al barrio pobre porque sabían que los Nobles no robarían algo así, le aconsejó que fuera a buscarla donde la hubiera dejado y la trajera a casa, al menos allí después de registrada una vez no volverían, estaría a resguardo de ser encontrada y pensarían después que hacer al respecto.

Así lo hizo, se encaminó a la Ermita, fue al altar donde la dejó, levantó el Santo con mucho cuidado y empezaron a temblarle las piernas, ¡no estaba!, pero si recordaba muy bien que ese era el lugar donde la había dejado, ¿alguien la habría cogido?, por un lado sería su salvación no podrían acusarle de algo que no tenía, nadie le vio cuando la cogió y nadie le vio dejarla allí pero otro cargaría con su culpa si le pillaban.


 - ¿Buscas esto? – le susurraron a su espalda.
- ¿Y usted quien es? ¿Cómo tiene eso en su poder? ¿De donde ha salido?, no tiene pinta de ser el Párroco.
- Quién yo sea no tiene importancia, aunque le diga mi nombre posiblemente no me conocerá, soy Isidro El Labrador, aquí el caso que nos ocupa es esta reliquia de la que usted se apoderó ayer tarde de forma indebida para solucionar un problema menor que le ha producido un problema mayor aún, pero ¡Hombre de Dios! con lo fácil que hubiera sido ayudarle y no ha hecho más que buscarse otras complicaciones.
- Pero Señor Isidro…….
- Isidro solamente, no soy un Señor, no hay peros que valgan, esto será lo que hagas y espero que esta vez cumplas con tu palabra y una vez hecho lo que te diga acudas a contarme lo acontecido en esta misma Ermita. Escucha, ahora cogerás La Cruz, irás a la Joyería y arrepentido la devolverás a su tendero pidiendo disculpas por lo cometido y como perdón de tu malicia le ofrecerás tus servicios de forma no lucrativa para hacer lo que a menester sirvas en su morada, con esto el Joyero retirará la denuncia y quedarás salvado de tu injusticia no sin antes venir mañana a esta misma hora aquí a darme descuentos de lo ocurrido.
- ¿Y las Autoridades?, seguro que….
- He dicho que sin objeciones, corre muchacho, no pierdas más tiempo, espero aquí tu regreso.

Tomó de la mano La Cruz y sin perder tiempo acudió a su cometido. El Joyero al verle entrar no podría creer lo que sus ojos veían, Juan le explicó el motivo que le impulso a cometer aquella atrocidad pidiendo perdón por los daños ocasionados y ofreciendo su persona para enmendar su falta, el vendedor entendiendo las razones le dijo que si en vez de robar le hubiera explicado la situación en un primer momento le hubiera contratado pues llevaba buscando un mozo desde hacia meses para que llevara los encargos en mano a sus clientes, así pues ahora estaba contratado con lo que ambos deberían olvidar el agravio y sería quitada la reclamación de búsqueda del ladronzuelo, Juan, emocionado, le propuso no cobrar en un año como agradecimiento a lo que el vendedor se opuso rotundamente pues no era usurero y todo personal a su cargo debía ser pagado como correspondía. De esta forma se despidieron decidiendo antes que sus labores comenzarían la semana próxima, mientras por las tardes hasta llegar a su primer día de trabajo debería ir por la Tienda para ir aprendiendo el oficio y conociendo a los compradores.

Corrió Juan a su casa a contarle a su dama las buenas noticias y su promesa a Isidro, el buen hombre que encontró en la Ermita, cuando alcanzó la humilde choza en la que vivían, las risas de María y sus hijos se escuchaban desde fuera, al entrar vio una mesa llena de comida, frutas, panes, etc... María le contó que pocas horas antes de haberse ido él y las Autoridades registrar la casa, un hombre con una herramienta de labranza se había personado en aquel lugar llevando consigo todos esos manjares, Juan no se explicaba los milagros que uno detrás de otro se encadenaban.

Llegó la hora acordada y estaba Juan sentado en el banco de la Iglesia, no acudía nadie, llevaba ya media hora esperando, el cura que se encontraba preparando la liturgia de las doce, se acercó y le dijo:

- Muchacho, has venido pronto, la misa no es hasta dentro de una hora y llevas aquí largo tiempo esperando, ¿tantos pecados tienes que confesar?.
- No Padre, ayer estuve aquí hablando con Isidro, seguramente usted lo conoce, me hizo un encargo y vengo a cumplir mi promesa de contárselo.
- ¿Isidro? Hijo mío, ¿tu estas seguro de lo que dices?.
- Sí Padre, tan seguro como que estoy sentado aquí con usted ahora, ¿tan extraordinario es?.
- Sí Hijo, Isidro es el Santo, es conocido como San Isidro El Labrador, está es la Ermita donde se le venera, en un lateral esta la fuente que hizo surgir en uno de sus múltiples milagros, pero Isidro murió hace décadas, si es cierto lo que cuentas, lo que tu ayer viste no fue su persona sino su aparición, vino a ti en tu auxilio seguramente para llevar a cabo alguna más de sus buenas obras.
- Padre pues si la hizo, me encontraba en la ruina y con su ayuda ha conseguido que mi vida tome de nuevo su camino.
- Entonces Hijo mío, agradecido debes estar y si acudiste aquí en una promesa haz por cuenta que el Santo estará satisfecho porque habrá visto realizado su mandato, ahora te dejo con tus pensamientos, seguramente tendrás mucho que contarle.

Juan relató en su mente y en silencio los hechos que en las últimas horas se habían desarrollado, estaba seguro que Isidro desde donde estuviera había visto su labor realizada y allí mismo ante su imagen prometió que no habría misa de Domingo celebrada en la Ermita de San Isidro Labrador a la que faltaran ni él ni su familia para honrar la gracia que les había concedido. Desde aquella fecha Juan nunca volvió a pasar penurias ni a cometer actos infames.

Autora: Raquel Sánchez García

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